Visión

Fibrosis Quística y ejercicio físico

Por Federico Rossi, profesor de Educación Física. U.N.L.P, máster en actividad física y salud 

La afección pulmonar progresiva es la que va a condicionar la mayor morbimortalidad en estos pacientes. Por lo general, gran parte de los esfuerzos terapéuticos se centran en intentar frenar este deterioro hasta que se pueda conseguir un tratamiento definitivo. El tratamiento de la fibrosis quística se basa en tres pilares fundamentales, conseguir una nutrición adecuada, utilizar medicamentos que luchen contra la infección e inflamación respiratorias y realizar con regularidad la terapia física consistente en fisioterapia respiratoria, ejercicios de fortalecimiento de la musculatura del tórax para prevenir deformidades y la práctica de ejercicio planificado para la mejora de la condición física.

El ejercicio como terapia. El ejercicio en esta población tiene como objetivo mejorar todas las cualidades que conforman la condición física o fitness. Entre las que destacamos el componente respiratorio, componente metabólico, componente neuromuscular donde incluimos la resistencia y la fuerza muscular y por último composición corporal y flexibilidad. El ejercicio aplicado a la patología debe estar siempre adaptado a las circunstancias y evolución de la misma, conociendo perfectamente las precauciones que se tienen que considerar en cada momento para que así resulte seguro, útil y beneficioso, mejorando de forma integral todos los sistemas orgánicos y por tanto la calidad de vida del paciente.

Hay evidencia científica que sugiere que los niños con fibrosis quística moderada o severa pueden beneficiarse del entrenamiento aeróbico y de fuerza. La mayoría de los estudios recomiendan para obtener los mejores resultados la elección de ejercicios aeróbicos de resistencia que reclute grandes grupos musculares complementando con programas de fortalecimiento o potenciación muscular.

Los pacientes con fibrosis quística pueden beneficiarse de las adaptaciones fisiológicas del entrenamiento tanto más y con menor riesgo en la medida en que la actividad física prescrita esté fundamentada en la valoración funcional y ésta sea individualizada y su aplicación sea supervisada por profesionales adecuadamente formados. La individualización del ejercicio requiere atender en la medida de lo posible las preferencias de los pacientes. El ejercicio puede adaptarse a cualquier circunstancia por la que pase el paciente que padece fibrosis quística, haciendo que esta enfermedad deteriore los sistemas orgánicos de una forma más lenta y manteniendo durante más tiempo una buena calidad de vida.

Es frecuente que los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas tengan un desacondicionamiento de los músculos de las extremidades inferiores. Por consiguiente, el entrenamiento muscular es un pilar importante en la enfermedad pulmonar. Para hacer un buen diseño del programa de entrenamiento debemos conseguir trabajar a la dosis correcta de ejercicio y por tanto un buen programa de ejercicio es aquel que tiene en cuenta el tipo de ejercicio, la frecuencia y duración de la sesión, así como la duración total del programa y la intensidad del ejercicio.

La estrategia de entrenamiento se divide clásicamente en actividades aeróbicas y actividades de fuerza. Si bien cuando se trabaja con grandes grupos musculares se obtienen efectos tanto sobre la fuerza como sobre la resistencia aeróbica, puesto que el objetivo de los programas de entrenamiento es mejorar la capacidad de llevar a cabo las tareas submáximas de la vida diaria. La mayoría de los programas se enfatizan en el entrenamiento aeróbico de resistencia. El entrenamiento aeróbico parece ser más eficaz para la mejora de la función respiratoria, aunque el entrenamiento de fuerza muscular y de flexibilidad son complementos necesarios para aumentar la masa muscular y facilitar las tareas de la vida diaria.

habría que evitar actividades como el buceo o similares que podrían suponer riesgo de sufrir cambios bruscos de la presión intrapulmonar. Una buena estrategia es combinar entrenamiento cardio-respiratorio y de fuerza trabajados en forma de circuito con 11 ejercicios de fuerza de grandes grupos musculares en las que se realizan entre 12 y 15 movimientos de cada ejercicio y cuya resistencia comienza con el 40% de 5 repeticiones máximas, aumentando y progresando dicha resistencia de acuerdo a la mejora de la masa muscular conseguida.

El entrenamiento interválico adquiere una especial importancia en pacientes deteriorados, entre los cuales debe ser este el modo preferente del ejercicio. Se recomienda el empleo de cicloergómetro con ejercicios de 2 minutos de duración, repetidos entre 6 y 8 veces por sesión, a una intensidad del 50% de la carga máxima, con fases de recuperación de 1 minuto a una carga equivalente al 25% de la carga máxima.

Con respecto a la duración y frecuencia, la frecuencia de las sesiones cardiovasculares deben ser de 3 a 5 veces en la semana, considerando que menos de 3 sesiones no tiene efecto sobre la condición física. La duración de cada sesión debe ser de 60 minutos efectivos, teniendo en cuenta que debe comenzar y terminar de forma progresiva. La frecuencia de las sesiones de fuerza debe ser de 2 días a la semana en días no consecutivos. Para mantener las mejoras conseguidas durante el entrenamiento es suficiente trabajar la fuerza una vez a la semana, evitando el trabajo de fuerza todos los días ya que la sobrecarga articular podría originar mayor posibilidad de lesiones traumatológicas.

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